martes, 28 de abril de 2015

"No es una nimiedad, es la hora de la verdad"

Con esta frase de Jean Shinoda Bolen trato de entender que no puedo explicarle a todo el mundo por lo que estoy pasando. 

La gente que he escogido ver en esta etapa de la enfermedad cree que porque llego tranquila, me río e invierto tiempo en ellos y en sus actividades, estoy fingiendo la gravedad de mi estado. 

No estoy fingiendo nada. Solamente he decidido pasar mi preciado tiempo con ellos y hacerlo sin dramas innecesarios. Y no les estoy haciendo un favor, solamente disfruto de su compañía y de lo que hacemos todos juntos. 

No puedo explicarles que en enero el cuerpo me dijo: "Hasta aquí". Que sufría un dolor indecible en la cara que no se calmaba con ningún analgésico; que en una presentación pública mi boca se comenzó a torcer y me tuve que callar y sentar porque me sentía muy mal; que hay noches en las que no duermo porque alguna lesión duele demasiado; que a veces tengo tan hinchados los tobillos que me cuesta mucho caminar; que hay noches en las que escupo sangre junto con el reflujo que me asfixia. 

No, no puedo explicarles todo eso. No quiero explicar todo eso. 

No puedo explicarles que dejé las presentaciones públicas porque ya no quiero sonreír si tengo una lesión en la cara, si estoy cansada porque no dormí, que me falta paciencia para lidiar con el grueso de la gente. Y que tengo derecho a hacerlo. Que mi cara ya no es mi cara y estoy cansada de no saber quién se refleja en el espejo. Ser una por dentro y ser otra por fuera. Estoy harta. 

Creo que hoy estoy cansada. 

A los 46 años no dejé de trabajar porque se me diera la gana. Ya no podía, mi cuerpo ya no respondía a una jornada, ni siquiera de medio tiempo. No me jubilé por placer. Me he quedado en casa porque hay momentos en que el cansancio es demasiado. 

Tengo el cuerpo arrasado en cicatrices. Y las cubro lo mejor que puedo para no perturbar a nadie. 

Definitivamente, hoy estoy de malas. 

Para mí, estas no son nimiedades. Es la hora de la verdad.

Mi hora de la verdad. 

Créanme: estoy haciendo lo mejor que puedo. 

domingo, 19 de abril de 2015

Abrazar tus sombras

Hace unos días, tuve una experiencia especial: escuché a unas personas decir que yo era muy mala persona. 

Me quedé pensando en varias cosas y recordando episodios de mi vida: me acordé de lo mucho que me he esforzado por demostrar que soy una buena persona; me recordé de episodios en los que realmente no he tenido ninguna piedad en relación con otros seres humanos; me recordé también de los momentos en que me he puesto mi traje de superheroína y he tratado de salvar a otras cuantas personas; en fin, creo que me adentré en un recuento de hechos pasados. 

Por primera vez en la vida, el comentario no me desquiciaba, ni me ponía como loca, o peor, como víctima. Me regodeé en mis recuerdos y salí de ellos con paz y tranquilidad. 

También me lo tomé con humor. Pensé: "Si tan hija de puta he sido, no lo he hecho tan bien para que estos tengan el valor de restregármelo en el rostro". 

Salí también con una conclusión: las personas no somos buenas, ni malas. Somos solamente seres humanos, y por tanto, combinamos en nosotros mismos episodios angélicos, en algunas ocasiones; y episodios demoníacos en otras, si queremos ilustrarlo así.

El comentario me obligó a abrazar mis sombras. Tuve que decir: Sí, es posible que haya tenido actuaciones así, es posible que haya dañado a personas, es posible que encuentre placer en jorobar a gente, de vez en cuando. Pero también, reconozco que hay momentos en que soy luz, amor y expansión. 

Supongo que si logro abrazar mis sombras, asumirlas, será más fácil abrazar las sombras de los demás (así me dice una amiga). 

Incluso, las de los que hicieron el comentario. 

Por cierto: gracias por hacerlo. 

 

miércoles, 15 de abril de 2015

"La aceptación no equivale a la resignación"

Desde que inicié este blog creo que he querido expresar la frase que es título de esta nota. Incluso cuando escribí "El día que dejé de luchar", en realidad me refería a una completa aceptación de una enfermedad que he estado negando por tres años seguidos. 

¿Cómo la niego? 

  • Al decirme que puedo hacer lo que todo el mundo hace. 
  • Al esforzarme hasta la extenuación por parecer "normal y sana".
  • Al meterme en situaciones en las que me expongo a enfermedades oportunistas, sin querer considerar las consecuencias. 
  • Cuando tolero que la gente me diga que me veo muy bien y es evidente que estoy enferma, estoy cansada y requiero un trato diferenciado. 
  • Al entrar en dinámicas autodestructivas en las que pongo a prueba al organismo, sin importarme el desvelo, la hinchazón de pies, etc.  
La aceptación permite verte de frente, respetar tu cuerpo, establecer ritmos de vida adecuados, tener compasión y cuidado por ti misma. 

Ha llegado a mis manos el libro "El sentido de la enfermedad : Un viaje del alma" de Jean Shinoda Bolen. Es de este libro que he tomado la frase de esta nota. Les recomiendo este libro. Ha sido una gran tranquilidad darme cuenta de que muchas cosas que he pensado y que he vivido están reflejadas allí. 

Este cambio de vida tan drástico, y al mismo tiempo, tan necesario, está descrito con comprensión, con experiencia. 

La necesidad de priorizar mis experiencias, de abandonar a ciertas personas, de vivir más de acuerdo con lo que me interesa y no solamente recibir lo que venga o sentirme obligada a hacer lo que no quiero. 

Una persona me decía que el libro lo único que refleja es que todas las enfermedades tienen el mismo proceso. Sí, claro, porque no estás en mi pellejo. 

A ella y otras personas, les respondo con otra frase del libro: 

"Seguir resistiendo es heroico, y rara vez se reconoce como tal". 

Cada uno de nosotros sabemos el heroísmo que representa enfrentar el día a día con una enfermedad como esta. 

Para ustedes y para mí misma, mi respeto y admiración por seguir adelante y enfrentar una aceptación total de lo que nos está ocurriendo.